Son muchos los que hacen bandera de la causa, pero realmente no sirven productos de proximidad o del territorio, más bien nos lo hacen creer. ¿Cómo descubrir quién son los buenos y quienes los malos, como desenmascarar al impostor?
A finales de la década de los 80 del siglo pasado se fundó en Italia el movimiento Slow Food, una asociación para luchar contra la comida rápida y defender los productos de calidad que se hacen en el territorio. Desde aquellos días hasta hoy podemos decir que los productos km0, los productos de proximidad, también llamados productos del territorio, son una tendencia al alza de la que ningún restaurante o casa en la que se dé de comer se escapa.
Desde las cadenas de franquicias más internacionales hasta restaurantes estrella Michelin no pueden dejar de potenciarla.
La sociedad actual se ha sensibilizado ante conceptos como sostenibilidad, comer saludable, productos frescos y ecológicos, y poco a poco los consumidores y comensales vamos pidiendo y a veces exigiendo que los productos que nos sacan a la mesa sean de proximidad y por supuesto saludables.
Ante esta tendencia imparable, la mayoría de restaurantes de todo tipo, gastronómicos o no, ofrecen a la carta o al menú productos de proximidad. Cosa que me alegra mucho, porque pienso que desde el sector de la hostelería se puede hacer subir sectores y oficios ancestrales que a buen seguro fortalecerían la economía local, sectores de pequeños emprendedores como los agricultores, pescadores, ganaderos o los del aceite, el vino o el embutido para citar algunos transformadores.
Pero no todo es lo que parece, ya lo decía el poeta valenciano Joan Timoneda en el siglo XVI: «que todo lo nuevo es bello y no es oro todo lo que luce». No nos podemos fiar de las apariencias y más en esta época en la cual lo queremos todo inmediatamente, en la que predomina la superficialidad sobre la realidad. En la que el postureo cuenta más que la esencia.
Son muchos los que hacen bandera de la causa, pero realmente no sirven productos de proximidad o del territorio, más bien nos lo hacen creer. ¿Cómo descubrir quién son los buenos y quienes los malos, como desenmascarar al impostor?
Realmente es muy difícil de saber, no tenemos nada como comensales que nos pueda garantizar la calidad y la procedencia de los productos. No hay un sello, ni un distintivo que lo acredite, ni un certificado serio. Después de calentarme bastante la cabeza y darle vueltas, llegué a algunas conclusiones: conocer al empresario, saber cuál es su filosofía es una garantía, pero es complejo y no es definitivo. Finalmente, vi una cosa que hace que puedas comprobar que si, que el restaurante donde estás dice la verdad en cuanto a la procedencia de los productos y de alguna manera indica de manera clara la filosofía y voluntad del hostalero. Es la Carta de Vinos, aquí si, aquí no hay escapatoria, las etiquetas de las botellas de vino no engañan, o SOMOS o NO SOMOS, o los vinos son de proximidad, no quiero decir todos pero si una buena parte, o no pondrá en la etiqueta, Marina Alta, Alforins, el Comtat, Vall de Albaida, Marina Baixa, Requena, etc. También ocurre en las monodosis de aceite o las botellas de aceite porque también llevan etiqueta.
No es definitivo, pero ya tenemos un buen indicador. De momento es el único y tampoco garantiza que las verduras y frutas sean almerienses o de Marruecos o el cordero de Extremadura o de Australia o el pescado de la otra parte del Atlántico. Lo digo porque conozco restaurantes que no tienen una carta de vinos de proximidad y sí que tienen producto, también conozco que tienen una carta de vinos del territorio bien amplía y producto de proximidad muy poco y también conozco que ni una cosa ni la otra y dicen que todo es del territorio.
Claro está que la tendencia de consumir productos hechos cerca de casa va además y se está consolidando y que a través de la carta de vinos se puede establecer un paralelismo con el resto de productos del restaurante donde estamos comiendo.
Como comensal me gusta saber que como productos saludables y que, comiendo, contribuyo a fortalecer la economía local y a la salud del planeta. Además, tengo la satisfacción de pertenecer a este grupo cada vez mayor que defiende estos principios.