Este es el nombre que Edgar Mascarell y Paula le dieron al local de “comida callejera” ubicado en la calle Cavanilles, en pleno Raval de Gandia. Me habían hablado muy bien del sitio, del ambiente y de su comida, y al enterarme de que iba a cerrar (después os cuento porqué) decidí ir a probar sus platos y la experiencia de comer con música alta, algo que siempre me gustó.
Edgar me dice que él la denomina comida callejera porque, a diferencia de otros países, aquí no se consume la comida innovadora y creativa en la calle, es todavía incipiente el fenómeno ‘food truck‘, pero la linea de cocina es esa. Realmente es una cocina más informal, más sencilla, pero no por ello menos sabrosa, o bien, “Cocina Canalla” porque tiene otro punto, un rollo diferente.
Desde que nació hasta que murió el local ha sido un éxito, pero si, murió, cerró sus puertas el 3 de septiembre.
Lo que comimos os lo dejo en fotos aquí abajo.
Ceviche de langostinos con una suave leche de tigre. Con cuatro tipos de maíz. Muy bueno.
Como os decía me enteré de que iba a cerrar unos días antes, y decidí ir y no perder la oportunidad de probar lo que se ofrecía en este establecimiento. Era el último jueves del verano y el local estaba lleno. La música alta, algo que me ya marca la diferencia con los locales que pueblan la Safor. Algo distinto.
La experiencia fue muy satisfactoria,
El total para dos personas fue de 35€ incluyendo tres vinos por copas y una cocacola
¿Qué porqué cierra un local que va bien? Pues aunque parezca fácil regentar un restaurante, no lo es para nada. Hay que mantener unos estándares adecuados en cuanto a calidad en la comida y en el servicio y esto algunas veces es complicado. El sector, en crecimiento, en su conjunto sufre la tensión de no disponer de personal cualificado, se impone la falta de seriedad que se mezcla con una elevada rotación. Todo ello produce un elevado estrés en los responsables finales que son los que dan la cara y se comprometen con los clientes.
La pasión con la que Edgar lleva el negocio es la que determinó la decisión de cerrar, ese nivel de pasión que hace que la creatividad surja es lo que se estaba resquebrajando y pienso que la desición de Edgar no podía ser más acertada. Ante todo ha puesto por delante el poder de la calidad a la cantidad. Ahora con 22 comensales en la Taska pueden cuidar la calidad en la comida, en los detalles y en el servicio. En definitiva amor por las cosas bien hechas.
Así que ya sabéis, para probar los platos de este gran cocinero, hay que peregrinar a Villalonga, pueblo con un centro histórico encantador.
PD.- Esperaremos a que surja una nueva iniciativa con una linea análoga.
La Taska
Carrer Major, 5, 46720 Villalonga,
Teléfono. 602 59 42 50